Las rafagas de un viento que golpea de forma constante los árboles. Son señales de que aún podemos seguir luchando. Aunque suene inaudito, todavía necesitamos calmar la ansiedad los días de fracasos.
Entre el espíritu combativo y rebelde, los cuales fuimos cosechando en las noches de hidalguía. También tenemos baches emocionales que suelen estropear esos murales que parecían bellos.
No queremos saber mucho de esas personas que cultivan envidia en macetas llenas de odio, para después regalar flores amarillas que engañan el alma de mujeres que todavía creen en palabras sinceras.
Es innecesario dar esas muestras de gratitud en estas épocas de incomprensión y apegos emocionales por conveniencia. Es más natural y halagador quedarse abrazado a la soledad.
No sería una opción para toda la vida, pero nos ayudaría a no ser tan estúpidos. Ya que de un momento a otro… este viento abrasivo dejará de soplar.