¿En qué momento todo puede finalizar?
Tal vez sea un día de enero mientras todos transpiran o tal vez sea en febrero, donde muchos juegan a la chaya.
En marzo podría ser cuando el otoño nos abrace o en abril cuando todos recuerden una guerra que no debería haber existido.
Mayo también podría ser un momento épico, donde todos brindan por tener trabajo y por comer pasteles para festejar una revolución ganada.
Junio no sería bueno porque nos trae el frío y Julio me parece poco inoportuno por el Día del Amigo.
En agosto recordamos nuestra niñez y en septiembre no me gustaría porque está lleno de flores amarillas.
En octubre sería raro; hay que festejar una tradición ajena y en noviembre una propia, que siempre pasa desapercibida.
En diciembre sería imposible. Ya que todo se festeja. Sí, hasta nos disfrazamos de amigos.
Entonces vuelvo a preguntarme. ¿En qué momento todo puede finalizar?
La respuesta es muy sencilla:
«Será el día que dejemos de pensar que mañana puede ser nuestro último día».