Flor desnuda

El maravilloso canto de los pájaros me ha vuelto a despertar. Casi con exactitud he podido corroborar que ellos no han fallado con la hora. El reloj marca las seis y media de un caluroso enero.

Mientras me sacuden la cabeza unas cataratas de ideas, fantasías, anhelos y decisiones. He decidido comenzar un nuevo día. De a poco he percibido dolores nuevos y unas sensaciones pasionales de color rojo. Emociones que me invitan a confrontar con las flores aburridas. No creo que ellas sean tímidas, solo se han encargado de que ninguna abeja le toque su polen.

Tal vez sea por un pasado lleno de catástrofes que tuvieron que soportar o quizás sea el sometimiento de los vientos aburridos del norte lo que las hace tan temerosas. Ahora veo que ha quedado solo un pájaro en el árbol; él está ofreciendo su canto a quien desee escucharlo. Su objetivo es convencer a la flor de papel rosada de que pueda observar su bello rostro en un charco de agua que ha dejado la lluvia en su última visita.

Estoy convencido de que él lo logrará. No será por su canto, ni por esa sensación de sentimientos profundos que lo que caracteriza. Todo será porque esa bella flor quiere saber por qué todos la observan cuando se queda desnuda entre las demás flores.

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