Entre Jesús, la Muerte y una Mirada

Si hay algo que nos caracteriza a la mayoría es que no queremos encontrarnos con la muerte. Sabemos que ella nos llevará todo lo que poseemos y también lo que guardamos con mucho afecto. Es por eso que nadie se anima a desafiarla; solo se persigna ante su presencia y le muestra reverencia.

Desde hace un tiempo observo la cara de las personas que juegan a ser felices, pero cuyas almas están llenas de tristezas. Tal vez sea porque todavía siguen sometidas a los sueños de un señor que se llena la boca con palabras bonitas, o solo son almas que necesitan abrazar la realidad virtual para poder esbozar una sonrisa.

Hoy he tratado de descubrir qué piensa Jesús. Este hombre tiene barba de varios días y una sonrisa que atrapó a la terapeuta. No hace falta decir que lo delata su empatía y sus ganas de decirle al mundo que siempre se puede.

Mientras lo observo a Jesús, sentado en la barra de un bar, una señorita muy bien maquillada y con un brillo especial en sus ojos se sorprende por las estupideces que dice un hombre lleno de cicatrices. Ella sabe que puede conquistar el mundo desde el oeste de su vida, solo que no se anima a decirle lo que siente a ese villano lleno de cadenitas de fantasía.

Ha pasado más de media hora. Jesús sigue encantado por todo lo maravilloso que le ha brindado la vida. La chica de la mirada inquietante se ha marchado. Sabe que en ese lugar se siente cómoda y empoderada, pero necesita llenar de experiencias esa casita que soñó de niña.

Le doy el último sorbo al mate cocido que ya está frío. En la puerta me espera la muerte para contarme lo que hizo en la mañana. Le digo que me espere un rato; por hoy solo me quedaré imaginando que los ojos brillantes y Jesús han hecho que mi mañana de viernes se llene de bonitos motivos.

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