Decile al cielo que querés ser feliz

Son tan imperceptibles las personas que se ríen de tu cara, que he preferido mostrar su lado cruel en este paisaje lleno de fantasmas. No es que quiera darle el valor que ellos se merecen; solamente me divierto exponiendo su falta de carisma.

No me importa más nada, ni siquiera las lecciones de doctrina que me brindaba una mujer sumergida en el alcohol. Mucho menos los planteos innecesarios de hombres que gozan de su poder inescrupuloso para demostrar su falsa humanidad.

Sé que hoy podría ser mi último día en este suelo arcilloso, pero ¿quién podría determinar que esto suceda? Si hasta las amapolas rosadas se han vuelto mis amigas. Qué innecesarias resultan ser, pero quiero serles sincero: ellas, de alguna forma u otra, han manifestado días de gratitud hacia mi persona.

Realmente no me quedaré con sus prédicas. También es cierto que tengo una misión algo alocada. Debo soltar amarras para seguir descubriendo qué sucede en alta mar. Aunque muchos de ustedes sientan admiración por los reyes de la noche, hay varios que han decidido guardar silencio para poder seguir siendo sinceros sin quedar como estúpidos. Palabra algo extraña para el conventillo de ovejas sumisas, las cuales siempre fueron alimentadas con hierbas secas y con mentiras.

Es por todo eso que, antes de que llegue la encapuchada, trataré de que nadie te quite tu sonrisa y tampoco de que los fantasmas se apropien de tus sueños. No tengo armas ni una lengua llena de verdades. Solamente lo haré con un par de palabras: antes de que sea la noche y que todo cambie, buscá mirar el cielo y decile que hoy querés ser feliz.

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