Amor, Canas y Supersticiones

El almanaque se va deshojando y las sonrisas comienzan a aparecer. Esa idea de la llegada de un nuevo año, de buen augurio, suena fascinante. Aunque parezca algo contradictorio, necesitamos que el tiempo pase de forma rápida, pero nos quejamos de la inmediatez con que aparecen las canas en la cabeza. Ni hablemos de las famosas “patas de gallo” en nuestro rostro.

Sentada en un sillón de mimbre, se mece una mujer que tiene un sombrero lleno de colores y unos pantalones de color verde. Esta señora se está observando en un espejo trizado. No es que quiera que su figura se multiplique, sino que lleva seis años de desgracias por la rotura de ese material reflectante. Sabe que aún le queda un año de infortunios, sin embargo, necesita que los vellos de su cara no interfieran en su próxima cita.

Tal vez esa búsqueda de buena suerte —que anda siguiendo en páginas donde el amor es premisa— le permita encontrar su príncipe mágico. ¿Quién no soñó con descubrir el nombre del amor de su vida en esas redes que te hacen bonito? Bueno, esta mujer tiene como objetivo inmediato saciar su sed de adversidades. Es por eso que, después de depilarse el último vello, ha revoleado el espejo maldito al caudaloso río que pasa frente a su casa.

Mientras la señora va tachando la última hoja del mes de diciembre, ha decidido conocer a un encantador hombre que encontró en la aplicación “Parejas para toda la vida”. Él le ha dicho que puede llevarla de paseo a Europa y que también le cocinará bien rico. Seguramente varias personas le dirán que nada es para siempre, pero ella se acostumbró a mirarse en espejos rotos para disimular las ojeras.

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1 comentario en “Amor, Canas y Supersticiones”

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