Bueno consejos

Cuando iba escapándome de mis silencios y de mi insensatez, una señora vestida de verde vacío un balde agua fría sobre mi cabeza. Por un momento quedé adormecido, no podía imaginar nada y tampoco podía saber qué rumbo tenía que tomar. Fue en ese instante que una rosa vestida de rojo se acercó a mi oído y me alentó a continuar.

Ella me decía que la desdicha no podía durar toda la vida, que debía agradecer a todos aquellos que siempre me sonríen y que por la noche tenía que respirar bajo el cielo nublado; imaginando que muy pronto alguna estrella debía enviarme una señal.

Sin dudarlo mucho, acepté sus indicaciones; aunque la brisa del sur siempre maltrate mis fosas nasales, debía hacerle caso a la rosa. No había otra alternativa más interesante en ese momento. Tenía que continuar, aunque sea con los pies descalzos.

Durante las primeras horas de la madrugada apareció la primera estrella. Estaba vestida con una pollera llena de lunares y con una musculosa purpura. De su cartera sacó un libro gigante y comenzó a decirme…

El mundo se llenó de incertidumbres. Ahora hay flores oscuras que buscan protagonismo en las veredas de la verborragia. Ya no importa si las ratas se golpean la cabeza contra las campanas o si las cucarachas se visten con trajes a rayas. Que debía seguir con mis locuras y con mis sueños; que no dejara de apreciar la belleza de las rosas rojas y de los sueños sinceros que visten a las calandrias elegantes.

Como pude, le di las gracias. Mientras la estrella se iba alejando, yo comenzaba a despedirme del adormecimiento que me había maltratado durante varios días. No creo que vaya a buscar a nadie; he preferido descansar un poco este cerebro maltratado, pero apenas pueda. Iré a buscar a la rosa roja para darle un abrazo.

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