Sus sonrisas pueden estremecer a cualquier ser humano y su sentido del humor puede cautivar hasta los leones. Ella se disfraza en carnaval y le regala caramelos a los que perdieron el ánimo. No debería perder la belleza los días de agobio, pero desde hace un tiempo se receta medicinas para poder seguir.
La podría llamar por su nombre cuando se acerca la noche, pero me resulta difícil poder gritar desde el otro lado del charco. He preferido guardar silencio mientras su cabellera de colores busca tener algo de paz. No es un gran aporte para sanar su alma, solo es un deseo con cariño de alguien que está totalmente acéfalo en su cerebro.
En estos días pude escuchar su dulce voz mientras mi cuerpo se estremecía con mis inestables sensaciones de crueldad. Debo reconocer que la sensualidad que ella maneja me dejó tan pensativo, que por la mañana le agradecí al universo de haberla conocido.
Ella está muy comprometida con la vida. Suena extraño decir que está aventurada con su mar y con el perfume de su ciudad. No porque sus razones se camuflen con algún deseo de libertad. Es que esa mujer hermosa de la que les cuento nunca podrá volar hacia los crueles desiertos del oeste, porque ella solamente puede ser acariciada por las olas apasionadas de su ciudad natal.