Desde el pozo

Un payaso con la cara llena de granos me saluda muy sonriente. Debe ser su lado corrupto, lo que ha provocado ese interés tan ameno hacia mi persona. Su prisa me ha sorprendido aún más, porque es imposible imaginar que un simple mortal pueda ir montando en un corcel con ruedas tan brillantes.

Mientras sigo pensando en la abultada billetera de ese bufón deforme. Una ardilla de color negra está robándole la comida de su propia madriguera a la sonriente comadreja.

Entre las idas y venidas de estos personajes que habitan las trincheras de la superioridad. Veo señores que se visten muy elegantes de día, pero que en las noches de lujuria le dan de comer talco blanco a las palomas. No lo hacen de bondadosos, solo buscan confundirlas para sacarles provecho.

Seguiré por un tiempo en este pozo; desde acá puedo observar  sus tristezas envueltas en papel disoluto. No quiero que nadie crea que yo soy inmune a sus poderes, pero necesito llenarme la mente de vivencias que añoran los que estamos del otro lado del puente para poder seguir sintiéndome vivo.

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