Un carnaval con sonidos extraños va sacudiéndome entre las penumbras de la noche. Parece que habrá vestigios de entretenimiento, pero no. Son mariposas que golpean el tambor con las alas y dicen frases de amor a los muertos.
Definitivamente no voy a considerar los días de este mes impar como los mejores momentos de mi paso por este plano. No quiero ser el estúpido pesimista de siempre, pero el olor a heridas profundas en el sistema límbico hace que sea un agorero vestido con el traje de colores que compre de ofertas en la feria decadente.
El último mosquito que me visita por hoy ha decidido no picarme. Dice que le causa gracia mi cara y que prefiere sentarse a charlar conmigo sobre las catástrofes climáticas. La verdad es que no sería mala idea charlar con él; difícilmente pueda encontrar un chupasangre sincero por estos lados.
Las puertas se han cerrado y siento que hay una brisa fresca que juega a desafiar a la noche. En el cielo la luna juega con Venus a las cartas; parece muy entretenido el juego, pero en realidad desde acá veo como la luna le hace trampa. Aunque Venus esté sonrojado por lo que está sucediendo, ninguno de los dos se animará a contar que ya no se aman.
Apago las luces y veo que León está dormido. Tal vez mañana tenga un nuevo día de caza o simplemente se tome el día para tener más fuerza el fin de semana. No aseguro de forma fehaciente que eso pueda suceder; solamente miro las heridas que me causo un sábado por la tarde y recuerdo lo astuto que es.