Aprendemos de esa persona que se acaricia la panza y nos dice palabras bonitas. También sumamos conocimientos con esas mujeres y hombres que no enseñan por primera vez números y letras.
Seguimos el aprendizaje con los días de amigos y con los consejos que nos sigue dando esa que se acariciaba la panza. Durante mucho tiempo nos acompañará la sabiduría de un guía. Este se caracteriza por tener la cabeza llena de espinas y de dejar escritas varias enseñanzas.
De más grande nos iremos convirtiendo en educadores de los más pequeños, de un conocido, y hasta desde los extraños. Porque la vida nos da esa posibilidad: aprender de muchos, para mañana ser aprendizaje de otros.
Ese boomerang llamado vida nos dará sorpresas de forma constante. Ya que al que ahora odias mañana puede ser tu mejor consejero. Es probable que ese que te dice que te ama el lunes que viene le esté entregando un libro de poesías robadas a su nueva conquista.
En esas locuras de idas y venidas. La vida también tiene un juego descontrolado que se llama hipocresía, y que lleva de apellido envidia… En muchos casos le suele ganar a la lealtad. No es que nadie nos haya enseñado de ella, solo que es más fácil educarse con juegos sencillos.
Es muy probable que nos olvidemos de lo qué nos dijo esa persona cuando nos vio tirados en el piso. Seguramente, lo que quedará grabado para siempre. Serán las caricias de esa persona que se tocaba la panza. Porque eso no fue un simple arrumaco. Eso fue un aprendizaje de amor que no solo no debemos olvidar. Si no que también tiene que ser parte de nuestras enseñanzas.