Deambulamos buscando oxígeno para seguir nadando en este hermoso compilado de locuras. No quiero sonar exagerado, pero ¿qué costo tan alto tiene el de saludar afectuosamente y decir lo que se siente de forma sincera?
Sería necio si en esa búsqueda de la que hablo he terminado siendo alguien extenuante para las comunidades frágiles de espíritu. Creo que esto de ser obsecuente durante tanto tiempo hace que sienta que el tiempo perdido es un arma que me apunta de forma permanente.
Tampoco voy a negar que esa negatividad y el desprecio enarbolado en un palo de escoba me terminan divirtiendo bastante, ya que ahora puedo cargar mi diccionario con excusas suficientes para cualquier ocasión.
No seré tan complaciente como me lo ha indicado el señor de barba que me está mirando. Él sabe que un par de gotas en el charco parecen inverosímiles, pero a la larga suman un caudal que puede rebasar la espontaneidad de cualquier ciervo con cornamenta.
Aunque me considere un enamorado de las flores llenas de magia, sé que los rayos del sol hacen que se marchiten con el tiempo. Y no creo que sea necesario andar buscando agua en ese lugar que ellas tanto ignoraron, solo para que sigan siendo hostiles con quienes intentan acariciar sus pétalos.