Leo

Leo, «la mama» se fue. Seguramente no hace falta que nadie te lo diga. El silencio de que nadie te llame para darte comida, será la primera intuición de su partida. Es lógico que nunca lo llegues a entender, no serás el primero; ni el último en sentir las ausencias de una progenitora.

 Eso sí, quédate tranquilo, que ahora ella va sonriendo entre las pequeñas nubes que surcan el cielo y esas marionetas que tanto temías.  Sé que no será fácil estimado Leo. Ya no estará «la mama” con sus charlas diarias, tampoco podrás escuchar su voz de señora enojada, como cuando te escapabas en esas noches de adolescente en amoríos.

No te aflijas, viejo Leo. Si sientes que tu mundo se desmorona, no le temas al pasado. Ya que muy pronto tendrás noticias de ella, sucederá cuando te recuestes nuevamente en ese sillón donde ella siempre te cobijaba, pero ahora sentirás las palmas de sus manos acariciando tu cabeza, y esbozarás una sonrisa por esas ocurrencias que ella siempre te contaba.

Hoy te abrazaré fuerte a la distancia, estimado Leo. Por el momento mis palabras han quedado guardadas en mi bolsillo derecho. Espero poder decírtelas el día que nos encontremos, ya que también recuerdo a tu “mama”, como muchos que supimos sentir el aroma de una señora que sabía desafiar constantemente a la vida.

Leo, me despido de vos haciéndote un pedido. Cuida a mi amigo cuando lo atrape el silencio. Y no te olvides de hacerle escuchar tu ronroneo cuando lo veas ahogado en lágrimas. Sé que para él también es muy complicado, porque también se le acaba de ir su “mama” querida.