Silencios que caminan sobre verdades ocultas. Sonidos que no se animaron a decir la verdad. Mientras que las lechuzas llenas de alhajas anhelan una locura desenfrenada, un hombre vestido de azul se arroja desde el cielo estrellado para mirar mejor las flores desteñidas.
Muy pocos logran decir algo. La que nunca opina sobre la realidad, ahora defiende a un estafador. Ella ha colocado pancartas con letras humildes en la puerta de su casa; sí, hasta el perfume de sometida se le nota desde lejos, pero es algo propio de un montón de adoctrinados que solo sonríen al rey.
Las horas transcurren y el perro ciego sigue esperando que le den algo de comer. ¡Pobre! Nadie le avisó que ya le dejaron la comida sobre la mesa. Todo ese alimento ahora es comida de las hormigas con anteojos de sol.
Nadie ha dejado de delirar en este sitio. El más cuerdo está sentado sobre un colchón lleno de espinas. Aunque le duela estar ahí, siente que no está preparado para estar en un lugar mejor. Eso fue lo que le enseñó el estafador un día de primavera festiva.
En el fondo de este contaminado lugar, alguien levanta la mano para decir que están equivocados. Muy poco le duró el intento. Sus manos fueron cortadas para alimentar al perro ciego y también a las hormigas. Hasta el momento nadie se ha atrevido a dejar esos insectos sin nada de comida.
La muchedumbre intenta alzar la voz. Hay uno que pide que se calmen, ya que él piensa mejorar la economía de sus súbditos, pero antes de eso. Necesita tener un vehículo gigante para conquistar a una amante y que también lo vea ese que lo convirtió en reno. Porque no es por nada, los renos no solo tratan de tirar trineos ajenos. También juntan dinero para convertirse en malvados.