Me encuentro en el llano observando todo lo que sucede. Desde acá puedo observar las mentiras de un hombre que engaña a su mujer. Aunque parece algo inverosímil, me causa repulsión la falacia.
De a ratos me siento en el pasto y me lleno la cara con barro. Lo hago para tratar de entender a los perros corruptos. Es la única forma que he encontrado para comprender cuanta maldad pueden tener esos animales tan crueles.
Siento que nada me importa. Ni los cielos que me prometieron, ni las botas color piel que deseaba tener en el invierno. Todo está colapsado por la ambición y los llantos de personas que piensan que nunca van a morir.
¡Imbéciles! Nunca podrán entender los sinsabores de la vida, ni los arrumacos sanadores de una madre. Sus mentes están llenas de deseos destructivos. Solo les interesa saciar su maldito narcisismo.
Por momentos respiro profundo y me levanto para arrojarle una piedra a la ansiedad. Sé que no podré terminar con ella, pero quiero que sepa que no se la llevará de arriba. Le daré pelea hasta que deje de respirar.
¡No me mires! Tampoco me hables. Quiero que te des cuenta de que tus días se están terminando. No importa cuántos sueños más puedas robarte. Porque antes de que muera… Estaré observando cómo eres presa de lo que tú creaste.