No he volcado sal sobre el piso. Tampoco he sentido olor a azufre por la ventana. Solamente puedo decir que fui abatido por una noche llena de misterios. Quién sabe qué puede suceder de acá en adelante. Ya que tengo los brazos marcados por las locuras y también siento que he perdido la prisa.
Del otro lado, una mujer arruinada por el tiempo se pone de rodillas frente a una virgen morena. Ella presume que puede salir, pero hay algo que aún la mantiene atada al fondo del lago. Son las oscuras tristezas que han sacudido su mente. Es el sinsabor de que ha perdido sus semillas en algún momento de ausencia.
Es tan de noviembre y tan de noche, que la luna ya no se ríe. No sé si nos tiene lástima o en realidad se le está ocurriendo una idea maligna. Preferirá no tener que discutir con ella, ya que su brillo por el momento me está dando una cuota de optimismo.
Me levanto muy despacio y voy rumbo hacia la incertidumbre. Tal vez ahí me encuentre con esa mujer que se siente extraña. No prometo decirle nada, pero sí ella quiere. La tomaré de la mano y nos iremos caminando bajo la luna de noviembre.
Nada de lo que había imaginado ha sucedido. Ella se ha mantenido en silencio y ha preferido secar sus lágrimas con un pañuelo rosa. Mientras que yo sigo maltratado por las ideas nocivas, por hoy intentaré aguantar lo que más pueda, ya que es relativamente pronto dejarles tirado el traje de superhéroe a los tibios.