Nubecitas

Seducido por una tarde especial, me sumerjo en la profundidad de un cielo lleno de matices confusos. De a momentos pienso en esa mujer que tiene el rostro cubierto con pétalos de margaritas. Ella tiene nombre y su corazón parece tener dueño. De lo contrario, no entiendo por qué recién esboza su sonrisa cuando se aleja de mí.

Es probable que las constantes frases optimistas que me brinda un cocodrilo vestido de mariposa no sean tan sinceras. Cómo tampoco lo son las opiniones de la señora que me vende medialunas envueltas en jamón cocido. Siento que ellos son desconsiderados. Sí, hasta sus caras me indican que tienen una sandía en vez de corazón.

Aunque la tarde ya se haya ido, me intriga saber qué siente esa mujer que tiene la cara llena de pétalos. He logrado comprender qué le está sucediendo, pero su sentimiento temeroso me lleva a pensar que debe ser mucho más profundo lo que anda pasando en esa mente llena de colores.  

Me escabullo junto a mi imaginación tratando de sorprenderla. Es casi imposible. Ella ha decidido cerrar las ventas y no quiere saber nada con todo lo que sucede en el exterior. Por un momento me quedo en total silencio. Mientras busco seguir el camino, dos nubecitas me dicen: “Seguí nadando, tiburón, por esa correntada descolorida. Esa mujer tiene dañada el alma y también su corazón”.

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