Sangre de mi sangre

Los ruidos armoniosos de un río lleno de oro se fueron diluyendo con el amor caótico de dos personas que se pelean por sentirse felices. No quiero pensar en que puede llegar a ser una situación desbordante; tan solo podré imaginar un cuerpo de un señor adulto vestido con un traje a rayas.

La señorita que lo acompaña no puede dejar de idealizarlo. Para ella no hay un mundo sin él. Está convencida de que es el amor de su vida. De lo contrario, no podríamos entender la forma en que lo está mirando.

Subida a un pedestal lleno de rosas blancas, la muchacha añora un llamado del hombre. Sabe que su idiotez la ha alejado de él, pero es inevitable que desee poder abrazarlo y contarle lo que le sucede cuando se encuentra sola.

Ni siquiera un par de billetes de color verde pudieron calmar su amor. Muchos menos brazos robustos y flores de colores igualaron los sentimientos que ella tiene por ese hombre. Para la señorita; él es único e irrepetible.

Para el señor mayor, ella es su sangre hecha vida. Una quietud en ese mar lleno de verborragias cotidianas. Porque no solamente él pudo conquistar su corazón, ella se lo entregó en sus manos el día que nació.

Compartir
Compartir
Compartir

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *