He comenzado a levantarme de este maldito letargo. Dejaré la espera al costado e iré en busca de mis sueños inconclusos. Parece una estúpida pesadilla, pero me sentí apócrifo en el día de los muertos.
A mi lado está viajando alguien que desea provocar al mal. Ni siquiera sabe de qué se trata la maldad; con suerte podría haber peinado un peluche oscuro el día de Navidad, pero aun así quiere saciar su sed de venganza.
El mundo convulsionado sigue girando a nuestro alrededor. Alguien grita que es dueño de la verdad, mientras que una señora vestida de rosa asegura haber visto a Dios en una bolsa de mercadería. Situaciones decadentes de personas adormecidas por los ingratos.
Realmente fueron días aniquilantes. Sí o sí, necesitaba saciar mi estupidez cavando un pozo con las manos ensangrentadas. Sentía que era el final de muchos viajes y la aceptación de futuros días de desgracias. Haber hecho eso no ha sido una de las mejores cosas que realicé en esta demencial vida, ya que muchas veces tuve que sostener con los pies a todos aquellos que opinaban calumnias en las noches trágicas.
El viaje sigue, me miro las manos y todavía tengo sangre. Nadie me ha dicho nada, sé que no pueden opinar y eso se nota en sus caras. No creo que si les sonrío puedan volver a ser como antes, pero no esperaré ni un minuto más; les voy a gritar, «salgan al sol, cobardes…La muerte viene por ustedes».