Sonrisas efímeras de un miércoles

Las señoritas buscaban que la tarde se transformara en un velero cubierto de flores para escaparse de lo monótono. No había duda de que ellas estaban cansadas de la cotidianeidad y de los números que no se transfieren. Como buen observador, pude descubrir que esas mujeres no podían sonreír a carcajadas y tampoco se ilusionaban demasiado con agregarle monedas brillantes a sus bolsillos. Sé que es algo que no puede dar la felicidad plena, pero sí puede ayudar a sentirse complaciente con sus cercanos en los días festivos.

Sin embargo, sé que no puedo maravillarme con las sonrisas que se estampan en las caras de las musas inspiradoras. Con suerte podemos empatizar un par de segundos. Es ilógico que las flores tengan que regar un cactus maltratado: ellas nacieron para avergonzar a la luna y darle pelea al brillo del sol.

Y mientras recuerdo esa tarde de personas fascinantes, la primavera comienza a golpearme la puerta. Del vamos me recrimina mi insensatez, ya que me olvidé de cultivar flores con glamour para su llegada. Solo he podido conseguir sonrisas efímeras un miércoles por la tarde y una mochila a un muy bajo precio. 

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