La noche no ha sido propicia para soñar con flores de colores y tampoco con pájaros risueños que digan la verdad.
Mientras recibo cariños de las personas llenas de amor. Un cuervo mercenario me sugiere que debo sepultar mis ideas bohemias.
Aunque me desagrade ese pobre animal, en el fondo puede tener algo de razón. Ya que desde hace bastante tiempo observo como las palomas se traicionan entre ellas, con el solo hecho de mostrar su remera narcisista.
Abro mis ojos nuevamente y siento que las lágrimas empañan la visión. No es que me sienta triste. Son los embates de algo que me acompaña desde muy pequeño. He tratado de que no influya de forma permanente en mí vida, pero siempre me muestra los dientes cuando estoy vulnerable.
En este momento, poco importa si la piba de lentes juega a seducir a la bailarina del Colon, o si los buitres flacos se golpean con los caniches del residencial. Aunque parezca ilógico que deje de pensar en todo eso. El reno astudo me hace seña con su pata izquierda de que ya falta poco para el final.