No sé cómo pudimos conectarnos en un mundo lleno de prejuicios y gente desalmada. La rubia tenía un parecido con una actriz de la TV que había cautivado mi corazón. Era un amor… Tal cual lo describe ese hombre llamado Aristocles, al que todos le decían Platón.
En varias ocasiones con esta hermosa señorita quedamos de juntarnos a charlar de la vida y a contar las estrellas que se escapan los días que la luna no aparece. Situación que nunca se dio, y no fue por culpa del sol. En realidad, ella jugaba a ser feliz con los espejismos de un desierto deteriorado.
Nunca pude conocerla personalmente. Tal vez eso nunca suceda. A veces las flores más deseadas son las que se quedan en la vidriera. Supongo que a ella no le deben haber quedado dudas de quién era el que relataba cuentos cortos a las rosas y le ponía arcoíris a los caballos. Ya que esa mujer de rulos prominentes estuvo muy cerca de mí, y yo…Ni siquiera pude verla.
Sabemos que el tiempo transcurre de forma muy veloz y que muchas veces nos quedamos mirando esa musa que saluda desde arriba del bondi para nunca más volver a verla. También sé que nunca podré conocer el perfume de su cuerpo, pero sí puedo seguir escribiendo sobre la magia que embellece su ser.