Secuencias

Río y lloro a la vez. No pido permiso para hacerlo. Eso me posibilita que pueda estar trepado en un arbusto lleno de flores amarillas gritando que me siento feliz o me tire sobre una calle llena de barro tratando de arrastrar mis huesos para poder sentir que ya no habrá más dolores.

Es muy poco probable que el señor que dirige el barco me entienda. Ni siquiera he intentado que eso suceda. Con ver su cara llena de ira, ya me doy cuenta de que poco le interesan las estupideces que digo. Antes de que me dé cuenta, me dirá que vaya a ver si llueve.

No voy a negar que sería agradable sentir las caricias de una hermosa señorita de lentes. Pero, ¿quién podría imaginar que a estas alturas? Una mujer de esas características me golpee la ventanita para decirme que le gustaría ser mi compañera.

Como si no hubiera sucedido nada de lo que me había imaginado. He decidido dedicarle palabras llenas de amor a la noche; parece que será la única solución para sentirme menos sensible. De lo contrario, debería cerrar los ojos y entregarme al juego malvado de los fantasmas.

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