Febrero

La piba de lentes que está sentada sobre un sofá blanco dice no tener apuro y que de un momento a otro ha pensado que la soledad es la mejor opción. He tratado de entender sus sentimientos fugaces, pero ya demasiado tengo con mi alma parchada con bolsas de plásticos transparentes, como para andar dando testimonios sobre relaciones que perduran en el tiempo.

Esa piba que usa bifocales de color azul no es la misma que me supo cautivar con sus sonrisas sorprendentes y con ese carácter lleno de bacterias asesinas. Aun así, ella sí que sabía seducir las almas de los peces carnívoros.

No han sido más de la una de la madrugada cuando he intentado hablar con Dios, ¡pobre! Se lo notó muy asustado. Debe pensar que le seguiré pidiendo dinero prestado y que usaré su almohadón blanco para dormir un par de horas más.

Por un momento he preferido no molestarlo. Eso sí, esta noche le pediré que interceda por los dolores que está padeciendo la locura y los embates solitarios que tienen el corazón. No es por nada, pero desde hace unos días vengo pensando que febrero puede estar muy molesto. Ya que después de un año de estupideces. No me ha visto conversar de forma muy cercana con las sirenas que usan lentes.

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