Hay momentos en que siento tanto dolor en mi cuerpo que podría ponerme de rodillas pidiendo compasión. Aunque he tratado de ser fuerte, me he dado cuenta de que mi mente ya no me responde. Ella prefiere imaginar situaciones borrascosas y sentimientos que perturban hasta el corazón de una anciana.
Había pensado que la llegada del mes de la felicidad podría traer alivio, pero no es por nada. Tampoco vi la tierra húmeda después de varias tempestades. Debo darle la razón a mis antiguas deducciones. Alguien se apoderó de nosotros y ya no tenemos la llave mágica que nos permitía escapar.
Seguramente quedará gente optimista que piensa que el arcoíris se nutre de las buenas acciones. Como también habrá seres llenos de oscuridad que disfrutan de los unicornios llenos de magullones. Debe ser la lógica de la que habla una señora que está sentada en camisón, la cual mastica perlas doradas para aparentar ser alguien con estilo.
No sé hasta dónde llegaré. De eso se encargarán las personas que me inyectan positivismo con sus sonrisas sinceras, pero también veo en ellos sus caras cansadas de tanto soportar hipocresía. No es que quiera involucrarlos en mi existencia. Solo deseo estar lejos de las frivolidades que me brindan esos seres que usan caretas.