Una noche buena.

Miles de pedidos vuelan hacia el cielo buscando una explicación para esas ausencias que nos adormecen. Parece demasiado para ese obrero que se está cociendo su pantalón con un hilo de color verde. Él ha perdido en menos de dos meses a su progenitora, y a su último sueldo en las máquinas llenas de luces.
Entre las fábulas de medianoche, y él roció de la madrugada veo dos mujeres que tratan de tapar con alcohol sus dolores del alma. No sé dónde he dejado mi último billete, pero necesito comprarle de forma urgente un hilo de mejor calidad a ese obrero, y unas latas de cervezas a esas desdichadas.

No es que sea un dadivoso que esté tratando de calmar a las penas de las personas, solamente soy alguien que está encerrado en un jardín lleno de colibríes buscando sentirse menos infeliz.

Desde el suelo una hormiga huérfana me exige que le dé una miga de pan y un sinfín de peticiones que tiene anotada en un viejo cuaderno. No creo poder cumplir con ella, demasiado tengo con esos mosquitos que se visten de bondadosos solamente con un objetivo concreto… Chuparnos la sangre.

Antes del atardecer me sentiré más fortalecido. Los rayos de sol que están dando en mi rostro, me motivan a seguir en este mundo colapsado. No es que ahora entenderé a las hienas llenas de trampas que se robaron los recuerdos de los viejos que se arrodillaron para que ahora respiremos.

Solamente que ahora puedo observar que ese regocijo de inmoralidad que ellas tenían. Ahora está quedando acéfala gracias a todos aquellos que entendieron que la navidad no es un pedazo de carne sobre la mesa. Es un abrazo sincero en cualquier noche buena.